Se inicia con definir las habilidades blandas o soft skill, tal
como lo describió Gardner (2001) y refrendado por Goleman (1998), como un
conjunto de competencias socioemocionales, interpersonales que están
íntimamente ligadas a la inteligencia emocional y que constituyen el eje
transversal para que una persona logre el éxito laboral y personal. En este mismo
sentido, Vargas M. A, & Vargas M. S (2015) define las competencias blandas
como un grupo de 3 categorías: actitudes, valores y emociones, y coincide con
los autores anteriores en que se encuentran estrechamente relacionadas a la
inteligencia emocional.
A partir de la clasificación de habilidades blandas o
competencias emocionales de Goleman (1998), se tomaron en cuenta 5 de ellas
para esta investigación, debido a que son las de mayor implicancia en el éxito
laboral del docente universitario (Zabalza, 2004 y Alcalde , 2014), bajo una
modalidad de estudio blended learning o mixta. Estas habilidades blandas son:
la responsabilidad, la comunicación, la adaptabilidad, el desarrollo de los
demás y el acceso y gestión eficaz de la información.
La responsabilidad se define por Goleman (1998); como el
cumplimiento de compromisos y objetivos, mediante la autodisciplina y la
organización. Por otro lado, la comunicación implica la escucha activa, la
compresión mutua y el saber enviar mensajes convincentes. La adaptabilidad se
define como la habilidad para manejar múltiples demandas priorizando
eficientemente lo urgente y adaptando las respuestas a los cambios constantes,
lo que demanda un pensamiento flexible. (Goleman, 1998, p. 63). El desarrollo de
los demás, es la habilidad por excelencia de la actividad docente, que implica
identificar el talento de los demás para potenciarlo.
Finalmente, el acceso eficaz de la información, se refiere a la
habilidad para acceder y gestionar eficazmente la información, identificando
fuentes de información confiables las cuales emplea con precisión y creatividad
en el tiempo requerido (Alcalde, 2014). Es importante tener en cuenta que esta
dimensión implica un proceso de alfabetización tecnológica, la cual va más allá
del manejo práctico de la tecnología digital, si no que más bien debe enfocarse
en el aprendizaje de la lógica digital (British Council, 2016).
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